jueves, 7 de mayo de 2009

Hablen, tienen tres minutos

Hablen, tienen tres minutos

De vuelta del paseo
donde junté una florecita para tenerte entre mis dedos
un
momento,
y bebí una botellas de Beaujolais, para bajar al pozo

donde bailaba un oso luna,
en la penumbra dorada de la lámpara cuelgo mi piel

y sé que estaré solo en la ciudad
más poblada del mundo.
Excusarás este balance histérico, entre fuga a la rata y queja

de morfina,
teniendo en cuenta que hace frío, llueve sobre mi taza de

café,
y en cada medialuna la humedad alisa sus patitas de esponja.

Máxime sabiendo

que pienso en ti obstinadamente, como una ciega máquina,
como la cifra que repite interminablemente el gongo de la fiebre,
el loco que cobija su paloma en la mano, acariciándola

hora a hora
hasta mezclar los dedos y las plumas en una sola miga de

ternura.

Creo que sospecharás esto que ocurre,
como yo te presiento a la distancia en tu ciudad,
volviendo del paseo donde quizá juntaste
la misma florecita, un poco por botánica,
un poco porque aquí,
porque es preciso
que no estemos tan solos, que nos demos

un pétalo, aunque sea un pastito, una pelusa.

Julio Cortázar

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