viernes, 17 de enero de 2014

A la muerte

DÉCIMAS
 
 1
 
 A la Muerte
 
 ¡Oh tú, que estás sepultado
 en el sueño del olvido,
 si para tu bien dormido,
 pata tu mal desvelado!
 Deja el letargo pesado,
 despierta un poco, y advierte
 que no es bien que desa suerte
 duerma, y haga lo que hace
 quien está desde que nace
 en los brazos de la muerte.
 
 Da lugar al pensamiento
 para que discurra, y veas
 y que lo más que tú deseas
 no es más que soplo de viento.
 No labres sin fundamento
 máquinas de vanidad,
 pues la mayor majestad
 en un sepulcro se encierra,
 donde dice, siendo tierra:
«Aquí vive la verdad…».
 
Mira cómo pasó ayer,
 veloz como tantos años:
 evidentes desengaños
 del limitado poder.
 Lo que fue dejó de ser,
 y no quedó dello más
 del ha sido: tú, que vas
 por este mundo inconstante,
 mira que el que va adelante
 avisa al que va detrás.
 
 La corona y la tiara
 que tanto el mundo estimó
 ¿qué se hizo?, ¿en qué paró
 sino en lo que todo para?
 ¡Oh mano del mundo avara!
 Si tanto bien nos limitas,
 ¿para qué, di, nos incitas
 a aspirar a más y más,
 si lo que despacio das
 tan de prisa nos lo quitas?
 
 Si te engaña el propio amor
 para que no veas el daño,
 la muerte, que es desengaño,
 sirva de despertador.
 Hoy nace la tierna flor
 y hoy su curso se termina;
 todo a la muerte camina:
 la estatua del más bizarro,
 como está fundada en barro,
 la deshace cualquier china.
 
 ¿En qué piensas o a qué aspiras
 cuando tras tu gusto vas,
 pues dél no te queda más
 que enemigos que conspiras?
 Si es que adelante no miras,
 mira la vida pasada,
 que si en tan corta jornada
 lo más pasa desa suerte,
 hasta llegar a la muerte,
 ¿qué te queda? Poco o nada.
 
 Desde el nacer al morir
 casi se puede dudar
 si el partir es el parar,
 o el parar es el partir.
 Tu carrera has de seguir:
 y pues con tal brevedad
 pasa la más larga edad,
 ¿cómo duermes y no ves
 que lo que aquí un soplo es
 es allá una eternidad?
 
 Mira el tiempo volador
 cómo pasa, y considera
 cómo va tras la carrera
 desde el menor al mayor.
 El esclavo y el señor
 corren parejas iguales,
 que como nacen mortales,
 iguales van a la hoya,
 de cuya deshecha Troya
 aún no quedan la señales.
 
 La juventud más lozana
 ¿en qué paró?, ¿qué se hizo?
 Todo el tiempo lo deshizo
 y anocheció su mañana,
 la muerte siempre es temprana
 y no perdona a ninguno:
 goza del tiempo oportuno,
 granjea con tu talento,
 que aquí dan uno por ciento
 y allí dan ciento por uno.
 
 ¿Qué eternidades te ofrece
 la más dilatada vida,
 pues que apenas es venida
 cuando se desaparece?
 Hoy piensas que te amanece
 y es el día de tu ocaso.
 ¡Término breve y escaso!
 Mas ¿qué mucho, si volando
 te va la muerte buscando
 cuando tú vas paso a paso?
 
 La dama más celebrada,
 lazo en que todos cayeron,
 ella y ellos, di, ¿qué fueron
 sino tierra, polvo y nada?
 ¡Oh limitada jornada,
 oh frágil naturaleza!
 La humildad y la grandeza
 todo en nada se resuelve:
 es de tierra y a ella vuelve,
 y así, acaba en lo que empieza.
 
 ¿De qué te sirve anhelar,
 por tener y más tener,
 si eso en tu muerte ha de ser
 fiscal que te ha de acusar?
 Todo acá se ha de quedar;
 y pues no hay más que adquirir
 en la vida que el morir,
 la tuya rige de modo,
 pues está en tu mano todo,
 que mueras para vivir.
 
 
 
 
Pedro Calderón de la Barca

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